Esta foto es de hace un par de findes, en la Plaza de Santa Ana, Madrid (no se ve bien, pero es una estatua del poeta, que me enteré esa misma noche que estaba allí de casualidad).
Admiro profundamente a Lorca. Me pregunto la obra que habría podido ofrecer al mundo si no hubiera sido asesinado a los 38 años por la puta Guerra Civil.
Llevo tiempo queriendo poner algo sobre Lorca. Amo, literalmente, amo Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, pero los cuatro poemas que lo conforman resultan muy largos como para ponerlo en una entrada del blog, así que de momento vamos a celebrar el 80 aniversario de una obra poética que (no lo sabía), es la más divulgada tras los Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda.
El Romancero gitano, para quien no lo haya leído… bueno, no voy a contar nada. Quien no lo haya leído que lo lea porque es impresionante, y además es cultura básica, y yo diría que hasta necesaria de uno de los más grandes poetas y autores de la historia.
Dejo uno de sus poemas, de los que más me gustan de El Romancero gitano: La casada infiel. 80 años han pasado ya desde entonces y Lorca ya describía historias que siguen pasando actualmente con un detalle tan preciso y bello…
¿Quién no ha tenido a la mujer de otro entre sus brazos? ¿Quién no ha vivido ese momento de inexplicable emoción por el placer prohibido en el que de pronto se abren los pechos dormidos de la amada como ramos de jacintos? (Además, según el poema, todo pasó una noche de finales de julio, o sea, que aniversario por parte doble).
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo, el cinturón con revolver.
Ella, sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo
la luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
domingo, 27 de julio de 2008
La casada infiel
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2 comentarios:
se ve que usted esta muy enamorado de este poeta que no conozco demasiado, recien ahora me entero muchas cosas de el ya que estoy realizando un trabajo sobre el y la verdad que tiene como una forma de decir muchos fans creo que usted es uno de ellos ya que lo defiende muy bien no tengo mucho bocavulario en estas cosas jaja, solo estaba buscando informacion y me encontré con esta página que por cierto es muy linda, soy de argentina buenos aires y soy prncipiante en estas cosas bueno dejo saludos.
:)
Wao! muy impresionante este poema, pero tengo una pregunta cual es la Metrica de este o mejor dicho la medida de los versos? espero q me puedas contestar mi email es befigueroa18@yahoo.com gracias!
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