domingo, 27 de julio de 2008

La casada infiel

He leído que se cumplen 80 años de El Romancero gitano, la genial obra de Lorca.


Esta foto es de hace un par de findes, en la Plaza de Santa Ana, Madrid (no se ve bien, pero es una estatua del poeta, que me enteré esa misma noche que estaba allí de casualidad).

Admiro profundamente a Lorca. Me pregunto la obra que habría podido ofrecer al mundo si no hubiera sido asesinado a los 38 años por la puta Guerra Civil.

Llevo tiempo queriendo poner algo sobre Lorca. Amo, literalmente, amo Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, pero los cuatro poemas que lo conforman resultan muy largos como para ponerlo en una entrada del blog, así que de momento vamos a celebrar el 80 aniversario de una obra poética que (no lo sabía), es la más divulgada tras los Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda.

El Romancero gitano, para quien no lo haya leído… bueno, no voy a contar nada. Quien no lo haya leído que lo lea porque es impresionante, y además es cultura básica, y yo diría que hasta necesaria de uno de los más grandes poetas y autores de la historia.

Dejo uno de sus poemas, de los que más me gustan de El Romancero gitano: La casada infiel. 80 años han pasado ya desde entonces y Lorca ya describía historias que siguen pasando actualmente con un detalle tan preciso y bello…

¿Quién no ha tenido a la mujer de otro entre sus brazos? ¿Quién no ha vivido ese momento de inexplicable emoción por el placer prohibido en el que de pronto se abren los pechos dormidos de la amada como ramos de jacintos? (Además, según el poema, todo pasó una noche de finales de julio, o sea, que aniversario por parte doble).


Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo, el cinturón con revolver.
Ella, sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo
la luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

domingo, 20 de julio de 2008

Craig Armstrong - Finding beauty

Craig Armstrong es uno de mis compositores favoritos, sino el que más.
Le escuché por primera vez en 1998, a través del programa de RNE3 Siglo 21.


En 1999 fue uno de los tres productores del álbum Nightlife, de los Pet Shop Boys, y su mano queda reflejada en temas como You only tell me you love me when you’re drunk o In denial.

A partir de ahí me fui interesando cada vez más por su música, hasta el punto que considero que este señor es un genio. Algo fuera de lo normal: compone música clásica, escribe bandas sonoras para películas, colabora con grandes artistas, graba sus álbumes en solitario de música electrónica y experimental…

No será de extrañar que sea uno de los artistas que más aparezca en este blog. Hoy quiero hacerlo con un tema que me vuelve loco, Finding beauty.

Aquí lo tenéis.



Brutal. Increíble. Me deja sin palabras.

sábado, 5 de julio de 2008

Tu nombre me sabe a yerba

Es curioso.

En la anterior entrada decía que lo escribí hace ahora un par de días me recordaba (mejor dicho: me identificaba en sentimiento) al poema Se equivocó la paloma, de Alberti.
Por algún motivo al que no sé encontrarle explicación también me recuerda identifica en sentimiento a una canción: Tu nombre me sabe a yerba, de Serrat.

Aquí la dejo en la versión en directo junto a Sabina de la gira Dos pájaros de un tiro, que tuve ocasión de ver anoche hizo exactamente un año.

boomp3.com

Porque te quiero a ti,
porque te quiero,
cerré mi puerta una mañana
y eché a andar.

Porque te quiero a ti,
porque te quiero,
dejé los montes
y me vine al mar.

Tu nombre me sabe a yerba
de la que nace en el valle
a golpes de sol y de agua.

Tu nombre me lleva atado
en un pliegue de tu talle
y en el bies de tu enagua.

Porque te quiero a ti,
porque te quiero,
aunque estás lejos
yo te siento a flor de piel.

Porque te quiero a ti,
porque te quiero,
se hace más corto
el camino aquel.

Tu nombre me sabe a yerba
de la que nace en el valle
a golpes de sol y de agua.

Tu nombre me lleva atado
en un pliegue de tu talle
y en el bies de tu enagua.

Porque te quiero a ti,
porque te quiero,
mi voz se rompe
como el cielo al clarear.

Porque te quiero a ti,
porque te quiero,
dejo esos montes
y me vengo al mar.

viernes, 4 de julio de 2008

Se equivocó la paloma

Ayer escribí algo. A veces ocurre.

A las horas de haberlo escrito lo releí y me recordó a un poema de Rafael Alberti, Se equivocó la paloma. Supongo que porque coinciden en rima asonante a-a y por algún detalle más, pero también por el sentimiento de reconocer y asumir los errores.

Es raro porque, mientras lo escribía, para nada pensaba en este poema de Alberti, y tampoco lo había leído hace poco.

La cuestión es que, tras leer lo que había escrito yo, he leído el poema Se equivocó la paloma, y me he dado cuenta de que me encanta. Por alguna razón me transmite un sentimiento casi propio. Supongo que eso es lo que tienen los poemas que son buenos, que te puedes reconocer en ellos.

Os dejo con este poema de Alberti. Fantástico.


Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)