sábado, 19 de abril de 2008

Rima XXIX

Mirando atrás, ahora creo que la primera vez en la que me di cuenta de que la poesía me gustaba sería con 9 ó 10 años.
Recuerdo que yo estaba en el colegio y en clase estábamos leyendo. No recuerdo si era en clase de Lengua o en una clase un poco rara que tenía un nombre extraño y que trataba sobre lectura y cuyo libro se llamaba Senda.

Sea como fuere recuerdo muy vivamente una imagen de una pareja en el libro y el poema a continuación. Lo leímos en clase varias veces y, raro en mí, presté atención máxima en clase en ese momento de la lectura del poema. Recuerdo además que yo también lo leí para mí varias veces.

Y aún desde entonces, no me importa si no es creíble pero es así, soy capaz de recordarlo. Desde ese momento, estoy hablando de hace más de 20 años, lo habré leído unas 10 veces más. No más. Y soy capaz de recitarlo casi de memoria.

La cuestión es que hace poco lo recordé y he decidido ponerlo. Se trata, lo habré descubierto hace tan sólo unos años, de la Rima XXIX de Bécquer.

Aquí está. Me encanta. Me trae tantos recuerdos e imágenes y me parece tan romántico…

Sobre la falda tenía
el libro abierto;
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros.
No veíamos las letras
ninguno creo;
mas guardábamos ambos
hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aún entonces
pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Creación de Dante era el libro,
era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
yo dije trémulo:
—¿Comprendes ya que un poema
cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
—¡Ya lo comprendo!

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