Junto a Ángel González, Luís García Montero es el otro poeta que admiro profundamente.
La sencillez y exactitud de su lenguaje en sus versos me transmiten sensación de paz, inteligencia, reflexión.
Todavía le conozco poco, porque tiene mucho escrito y voy asimilando sus versos lentamente, ya que, aunque su lenguaje es sencillo y directo, mi capacidad de comprensión no lo es tanto, además de que sus versos están cargados de significado.
El poema que quiero compartir con vosotros se llama Las razones del viajero, y es uno de mis favoritos. Se trata del poema que abre su libro Habitaciones separadas (1994) con el que ganó el premio Loewe de poesía, y que él definió en una dedicatoria que me hizo para ese libro como de “melancolía optimista”.
El libro está dividido en tres partes: “En otra edad”, “En otro amor” y “En otro tiempo”.
El poema Las razones del viajero, sin embargo, es previo a esas tres partes e introduce al lector en el libro que se dispone a leer, nombrando al final cada una de ellas, además del título del mismo.
Además, el poema describe a la perfección el inicio de una nueva vida, la vida de aquél que acaba de salir de una relación sentimental y se enfrenta a una en solitario.
Este poema ya lo adoraba desde antes, pero ni qué decir tiene que ahora me siento absolutamente identificado con cada uno de sus versos. Os dejo con él y os deseo una agradable lectura.
Las razones del viajero
Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.
Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.
Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.
Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,
un camino de nubes.
Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.
De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.
No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.
Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.
Tiempo de habitaciones separadas.
La sencillez y exactitud de su lenguaje en sus versos me transmiten sensación de paz, inteligencia, reflexión.
Todavía le conozco poco, porque tiene mucho escrito y voy asimilando sus versos lentamente, ya que, aunque su lenguaje es sencillo y directo, mi capacidad de comprensión no lo es tanto, además de que sus versos están cargados de significado.
El poema que quiero compartir con vosotros se llama Las razones del viajero, y es uno de mis favoritos. Se trata del poema que abre su libro Habitaciones separadas (1994) con el que ganó el premio Loewe de poesía, y que él definió en una dedicatoria que me hizo para ese libro como de “melancolía optimista”.
El libro está dividido en tres partes: “En otra edad”, “En otro amor” y “En otro tiempo”.
El poema Las razones del viajero, sin embargo, es previo a esas tres partes e introduce al lector en el libro que se dispone a leer, nombrando al final cada una de ellas, además del título del mismo.
Además, el poema describe a la perfección el inicio de una nueva vida, la vida de aquél que acaba de salir de una relación sentimental y se enfrenta a una en solitario.
Este poema ya lo adoraba desde antes, pero ni qué decir tiene que ahora me siento absolutamente identificado con cada uno de sus versos. Os dejo con él y os deseo una agradable lectura.
Las razones del viajero
Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.
Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.
Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.
Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,
un camino de nubes.
Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.
De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.
No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.
Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.
Tiempo de habitaciones separadas.
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