jueves, 1 de octubre de 2009
Sabrás que andar es un sencillo vaivén
Nacer, vivir, los rostros anhelantes,
los gestos ávidos de vida.
Lo veo en las calles,
en el tiempo detenido.
Vivir, crecer expuestos al amor.
Expuestos al llanto, a la nostalgia,
a la risa y al dolor.
Dispuestos para cada instante
que amamos la vida.
Vivir para amar,
un soplo de brisa. La vida.
Cualquier forma de vida.
En la lucha desigual
en un mundo que naufragará
si no defendemos cualquier forma
de vida natural.
Si no me inquieta
un mundo asfaltado, sin vida.
Sabré que andar, sentir,
es un sencillo vaivén.
Y a ratos, alejarme de mí
hará más liviano el peso de mis alforjas.
Sabrás que despertar
a ese sencillo vaivén
tan sólo es respirar y dejarse llevar.
En los ánades migrando, en un manzano
o en la grandiosidad de un iceberg.
Nacer, vivir. Destello, extravío. La vida,
el tirón de la vida.
Lo veo en la gente,
en el tiempo presente.
Celeste cuerpo, amor de fogón.
Expuestos al quebranto, a la perfidia,
al goce y al perdón.
Dispuestos para cada instante de hambre
de vida.
Sabré que andar, sentir,
es ir más lento, parar.
Y a ratos desprenderse, que al fin
pureza del aire colma el pecho y las ansias.
Sabré que despertar
a ese sencillo vaivén
es lento; es arribar a serenos confines
en papeleo de mariposas, hacía un fiordo
o en el cobalto azul del huracán.
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